La visita oficial a México que inicia hoy el presidente de Cuba Raúl Castro trae a la mente inevitables evocaciones de los estrechos y entrañables lazos que unen a los dos países y culturas a lo largo de siglos. Mérida, capital de Yucatán, a donde llega Raúl, rememora los históricos vínculos que se han tejido entre ese estado mexicano y la isla caribeña a lo largo del tiempo.
Aquí encontraron refugio y amistad grandes cubanos: el eminente poeta y patriota José María Heredia; el héroe nacional José Martí, cuyo “hermano queridísimo” y confidente lo fue el michoacano Manuel Mercado; el ejemplar líder comunista Julio Antonio Mella, y el dirigente histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro, junto a varios sobrevivientes del ataque al Cuartel Mocada y otros futuros integrantes del Ejército Rebelde, entre ellos Che Guevara.
Los mexicanos han bailado y siguen bailando al compás de los ritmos cubanos. El cine mexicano en su edad de oro sentó una impronta indeleble en la cultura de la isla. México es el único país de América Latina que mantuvo relaciones diplomáticas con Cuba cuando Washington intentó aislarla del mundo.
Esto no significa que no haya diferencias entre ambos gobiernos. México enarbola el credo neoliberal, que ha profundizado como pocos países. Cuba mantiene en alto la bandera del socialismo y descarta permitir la hegemonía del mercado.
Sin embargo, México siempre ha rechazado el genocida bloqueo a Cuba y ha sido un partícipe activo en los memorables esfuerzos por la unidad e integración de América Latina y el Caribe encarnados en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y unió su voz a la de los gobiernos de nuestra región para exigir a Estados Unidos que pusiera fin a su política de exclusión de la isla de los foros regionales.
Al referirse a las potencialidades de la CELAC Raúl ha dicho: Juntos somos la tercera economía a nivel mundial, la zona con la segunda mayor reserva petrolera, la mayor biodiversidad del planeta y con una alta concentración de los recursos minerales globales.
La presencia del mandatario cubano en México en este momento, es no solo un un paso trascendental en el relanzamiento de las relaciones diplomáticas, culturales, económicas y comerciales entre los dos países, iniciado por el presidente Enrique Peña Nieto luego del deterioro que sufrieran posteriormente al infortunado “comes y te vas” (2003).
Es también un reconocimiento de México al papel de Cuba como referente de la unidad latino-caribeña, al eficaz desempeño de Raúl al frente de la isla y a su brillante papel en actividades internacionales, entre ellas la Cumbre de las Américas (Panamá), la Asamblea General de la ONU y su visita a Nueva York, solo este año. México ha expresado su satisfacción por la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, hecho que abona como pocos a la declaración de América Latina y el Caribe como zona de paz, donde toda diferencia ha de solucionarse mediante el diálogo, acordado en la Cumbre de la CELAC presidida por Raúl en La Habana. La negociación por la paz en Colombia que avanza en la capital cubana es un modelo de este paradigma.
Entre Cuba y México hay un futuro promisorio en las relaciones económicas, culturales, políticas y científicas. El comercio bilateral rondará este año 500 millones de dólares, empresas mexicanas tienen 30 proyectos de inversión en la isla, entre ellos 9 en torno al estratégico puerto de El Mariel, atraídas por la nueva ley de inversión extranjera. Con la firma de 24 convenios se reimpulsan los nexos entre las universidades de ambos países.
Fue gracias a la solidaridad de muchos mexicanos y, en especial, al empeño personal del inolvidable general Lázaro Cárdenas, que la promesa hecha por Fidel al pueblo de Cuba pudo cumplirse puntualmente. En el 56 seremos libres o seremos mártires, había sentenciado, ante la urgencia de liquidar a la sangrienta y rapaz dictadura proimperialista de Fulgencio Batista.
El visitante cubano está inscrito en la larga tradición que une las luchas independentistas y por la justicia social de ambos pueblos. De Tuxpan, también en el Caribe mexicano, partieron el 25 de noviembre de 1956 el yate Granma y sus intrépidos expedicionarios hacia la conquista, pospuesta por tanto tiempo, de la independencia y la libertad de Cuba. Raúl era, con 27 años, el jefe del pelotón de retaguardia, después de haber cumplido a cabalidad la misión que le fue encomendada en el ataque al Moncada tres años antes.
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