domingo, 22 de febrero de 2015

En la alfombra roja, lluvia, decoro Alejandro González Iñarritu Michael Keaton and Lupita Nyong'o



Empezó la tarde a punta de apuestas seguras y nadie dando el cante, un tanto aburrida, donde ni siquiera la lluvia representó el clásico drama que suele imprimir la meteorología a esta clase de eventos en Los Ángeles. Así hasta que apareció Lupita Nyong'o por la alfombra roja de los Oscar, la mexico-keniata ganadora de una estatuilla el año pasado que entró con fuerza en la carrera por hacerse con el galardón simbólico de la mejor vestida de la noche.

Su vestido sorprendió, un modelo de Calvin Klein elaborado a base de 6.000 perlas que logró un contraste notorio con su tono de piel. Acudía en concepto de presentadora y llamó la atención casi más que nadie, por encima de Julianne Moore, Felicity Jones, Rosamund Pike, Jessica Chastain, Cate Blanchett o Naomi Watts.

Era un debate social inevitable que trató de frenar una de las nominadas a mejor actriz, Reese Witherspoon, cansada del escrutinio habitual en la alfombra roja. "Somos mucho más que los vestidos. Queremos hablar del trabajo que hacemos. Es difícil ser mujer en Hollywood", dijo la protagonista de "Wild", sumándose a las denuncias de otras colegas por el sexismo imperante en la industria del cine.
Dakota y Melanie, mano a mano

Salvo ese capítulo, todo discurrió por derroteros diplomáticos y decorosos, sin grandes aspavientos. Tan solo nombres secundarios como Margot Robbie, la última bomba sexual de la industria 'hollywoodiense', o Dakota Johnson, protagonista de 'Cincuenta sombras de Grey', rompieron un tanto el recato reinante. La primera llamó la atención con un notable escote, vestida de negro, y la segunda apostó por el rojo de Yves Saint Laurent con un solo tirante y la espalda al aire, mostrando las aves tatuadas en su espalda.

Pero quizá lo más interesante fue la compañía elegida para la ocasión, la ex mujer de Antonio Banderas, Melanie Griffith, apostando también por el negro y con el tatuaje dedicado al malagueño debidamente tapado. "Mi madre es mi cita esta noche", señaló, con sonrisa inocente de novata en esta clase de ambientes.

Después, tuvieron una suerte de discusión delante de las cámaras, sobre la conveniencia o no de ver la película erótica de la temporada. Griffith dijo que prefería no ver a su hija en esas lides y la joven pareció molestarse. "Creo que sería extraño. Es una gran actriz y no necesito verla para saberlo", razonó ante el gesto torcido de Johnson.
Terremoto Arquette

La primera en hacer acto de presencia fue una de la presuntas ganadoras de la noche, Patricia Arquette, una intérprete que desapareció del campo de visión de los estudios durante muchos años, y a la que rescató Richard Linklater para hacer de la madre del niño al que sigue durante 12 años de su existencia en 'Boyhood'.

Arquette aprovechó la coyuntura para hablar de sus proyectos comunitarios y de las causas que defiende con pasión. "En lugar de hacerme una manicura me he dedicado a ayudar", explicó la actriz de 46 años, fundando un movimiento como GiveLove.org de ayuda a las comunidades más empobrecidas de Haití. Pero su estilo desenfadado y alternativo no se quedó tan solo en eso, luciendo un vestido que diseñó una de sus amigas de la infancia. "Siento como que llevo amor encima".

Poco después apareció el maestro de ceremonias, Patrick Neil Harris, vestido con un esmoquin gris y acompañado por su marido, el actor americano David Burtka, antesala de una larga lista de nombres que le dedicaron casi dos horas a atender a los cientos de medios presentes para cubrir los Oscar.

Mucho más recatado estuvo Ethan Hawke, que puso la nota original en los premios del Sindicato de Actores con una chaqueta de color verde oliva, pero que esta vez recurrió al riguroso negro, para camuflarse sin problemas entre la multitud.

"Dudaba mucho de que volviera a tener esta experiencia, pero es increíble poder estar aquí de nuevo", indicó el actor de 44 años. Lo dicho, un tanto aburrido, cargado de clichés antes de repartir gloria y de que las redes sociales, con sus millones de especialistas, terminen de dictar sentencia sobre cuál fue la más guapa, la mejor vestida, ese concurso tan agotador para las que tienen que cumplir con los rigores del desfile.



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